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Los primeros cinco refugiados brasileños que abandonaron el Líbano lograron escapar de la guerra con ayuda portuguesa. La familia de Aya Moussa Kadoura, de 23 años, llegó anoche a Lisboa, tras un vuelo de nueve horas desde Beirut, capital del Líbano, en un avión de carga C-130 de la Fuerza Aérea portuguesa.
Conmovida, Aya habló de los momentos difíciles que había vivido los días anteriores, con bombas cerca de su casa, en el valle de la Bekaa. “Fue escuchar el sonido de las bombas e inmediatamente entrar en Instagram y preguntar a mis amigos si estaban bien, si habían visto lo que había sucedido, si sabían qué había sido alcanzado”, dice Aya.
La semana pasada, Joub Jannine, la ciudad donde vive Aya, fue alcanzada por un misil. “Mi ciudad nunca había sido atacada antes, pero la semana pasada fue alcanzada por un misil. Estaba dirigido a un edificio, pero eso nos quitó la seguridad por completo. Ya no sabes lo que va a pasar. Y llega gente saliendo del sur, buscando otras zonas y te preguntas: ¿quién entra a nuestra ciudad? ¿Podría uno de ellos ser su objetivo? pregunta.
Ella explicó cómo se siente. “Tengo miedo por la gente que se quedó. En ocho años en un solo lugar construyes una vida. Tengo familia allí, mis tíos, mis primos y lamentablemente se tuvieron que quedar allí. No pueden ser expulsados porque sólo tienen ciudadanía libanesa y fue difícil despedirse de ellos, sin saber si sería la última vez”, afirma.
Habló de cómo fue dejar su hogar en el Líbano. “Al menos salimos con vida. Cada persona con maletas de 30 kilos. Decidimos simplemente llevarnos ropa, pero no pude. Traje algunos álbumes de fotos, pero dejé la mayoría. Entonces comencé a tomar fotos con mi teléfono”, dice.
Originaria de São Paulo, habló de la ciudad donde vivía desde la zona militar del aeropuerto de Lisboa, donde aterrizó el vuelo. “He vivido en el Líbano durante ocho años. Nací en Brasil y fui al Líbano cuando tenía 15 años. Me sentí segura y feliz, tenía una buena vida en el Líbano”, añade Aya, estudiante universitaria en su último año de diseño gráfico.
Además de Aya, vinieron su madre Fadileh Waked, de 48 años, Ali Kadoura, de 8 años, Lyna Kadoura, de 14 años, y su abuelo Barakat Waked, de 76 años. Excepto su abuelo, todos tienen la nacionalidad portuguesa además de la brasileña.
A su llegada, agradeció al gobierno portugués por expulsarla a ella y a su familia. Habló sobre el proceso. “Nos comunicamos con la embajada para que nos sacaran de allí, pero en el fondo teníamos la esperanza de poder quedarnos en casa. Espero poder regresar allí algún día, si Dios quiere, con miedo de que nuestra casa sea destruida”, añade.