Después de meses de tumulto en los campus universitarios estadounidenses, el martes volvió a haber una relativa estabilidad en un ámbito, cuando U.S. News & World Report publicó sus clasificaciones, a menudo denostadas pero, no obstante, vigiladas de cerca.
Muchas de las mejores escuelas mantuvieron los mismos puestos, o similares, que hace un año.
Entre las universidades nacionales, Princeton volvió a ocupar el primer puesto, seguida por el Instituto Tecnológico de Massachusetts y Harvard. Stanford, que empató en el tercer puesto el año pasado, cayó al cuarto. U.S. News volvió a juzgar al Williams College como el mejor entre las universidades nacionales de artes liberales. Spelman College fue declarado la principal institución históricamente negra del país.
Pocas franquicias en la educación superior estadounidense son tan polémicas como las clasificaciones de U.S. News. A lo largo de las décadas, su editor ha enfrentado problemas con datos manipulados, quejas sobre metodologías turbias, acusaciones de venganza y la cuestión fundamental de si es apropiado clasificar a las universidades.
Para U.S. News, que retiró su revista impresa en 2010, las clasificaciones son un bastión de su influencia, que en gran medida ya no existe. También son una fuente de millones de dólares cada año, ya que las universidades pagan derechos de licencia para promocionar su desempeño. U.S. News, que insiste en que sus relaciones comerciales con las escuelas no afectan las clasificaciones, sostiene que está prestando un servicio público al destilar un mercado universitario caótico para consumidores cansados.
De hecho, para los estudiantes y sus padres, las clasificaciones pueden ser herramientas para limitar las búsquedas universitarias y símbolos de estatus en torno a las admisiones en ciertas escuelas. Para los líderes universitarios, las clasificaciones suelen ser anunciadas públicamente, pero detestadas en privado. Para los reguladores, incluido el secretario de Educación Miguel A. Cardona, las clasificaciones son responsables de “una obsesión malsana con la selectividad” y del desarrollo del “falso altar de U.S. News and World Report”.
Y para casi todos fuera de U.S. News, son opacas y, en última instancia, casi uniformemente malinterpretadas.